miércoles, 27 de noviembre de 2013

Va a ser que no es lo mismo aunque me lo pintes de canción de los Rolling Stones




Pirámide de la violencia contra las mujeres

Las palabras se agolpan en mis pensamientos formando frases que deambulan de un lado a otro. En mi cabeza. Van y vienen. Como ahora, que miro por la ventana y veo un enorme árbol de navidad con su verdor, sus bolas azules y amarillas. Supongo que por la noche veremos los destellos de las luces. Hoy estamos a 27 de noviembre. Se ha debido adelantar hasta al maravilloso triángulo verde. Ese triángulo que acumula denuncias por machismo, sexismo, discriminación, acoso laboral, sindical, sexual…

El mismo que viste a sus empleadas de uniforme y a ellos les da dinero para que se compren trajes. Ya sabemos (y si no lo sabemos os lo digo), el traje, prenda que reviste la autoridad. El poder. Y quien no lo tiene, pues uniforme de colores corporativos. Una legión de chacha-empleadas bajo las órdenes de serios varones con traje y corbata. ¿Verdad mamá? A mi madre un día le dijeron, un varón claro, que estaba quitando el trabajo a un padre de familia. A mi madre, una madre de familia. Que a ver si no que somos mi hermano, mi padre y yo para ella sino su familia. Pero me da la espina que se refería a la eterna división sexual del trabajo donde ellos trabajan fuera de casa, traen dinero, ganan prestigio, conquistan el mundo, y nosotras nos quedamos en lo doméstico, que ni cansa porque es lo nuestro y lo llevamos en los genes, ni se valora porque lo femenino hasta se desprecia, cuidamos, nos abnegamos, generación tras generación… Que  ni limpia ni fija ni da esplendor.

Al parecer siguen igual. Maquillados pero igual. Hay empleadas que han denunciado que el jefe de planta las obligaba a limpiar el polvo. Sólo a ellas. Sólo a mujeres. Algunas cabezas pensantes podrán decir: claro, habrá un jefe y el resto serán empleadas luego ¿a quién se lo va a decir? Estoy hasta el mismísimo de tantas casualidades. Que no son casualidades. Otra de las preguntas es por qué hay una legión de empleadas rasas en la base de la pirámide y conforme vamos subiendo en grado de responsabilidad van apareciendo y reproduciéndose los trajes con corbata. Será que las mujeres somos imbéciles y unas incompetentes. Que nuestros títulos, nuestros másteres, nuestras notazas, nuestras carreras, grados y posgrados son de pego. De mentirijillas.

O será que no. Miro por la ventana y veo el cielo radiante. Limpio y azul. De esos días rasos que hace un frío del carajo, y me sale una rima que me calienta las manos mientras pienso en subir la calefacción.

O ayer, que en el resumen del día me dice que su jefe, un impresentable, un día de comida estaba intentando ligar con la camarera. Eso es acoso, respondo. Acoso, como va a ser acoso. Le decía guapa. Pues violencia, eso la está violentando (no dije que por una parte porque la relación cliente empleada es una relación de poder donde la empleada está atada porque para qué). Es lo mismo que hacíamos tú y yo… A ver. Vamos a ver. Que el tonteo mola cuando mola. Que si tú me dices ven y yo voy mola. Lo de las mariposas mola. Pero esto no son mariposas. Esto es acoso sexual y violencia sexista. Lo que pasa, es que como vivimos en un mundo que constantemente ejerce violencia contra las mujeres nos parece todo normal. Y confundimos la aberración de la caballerosidad, que nos fija como seres menores de edad, que deben ser tutelados y protegidos, con la educación, que se da entre personas iguales. Por ejemplo. Y nos parece lo mismo cuando un amigo nos dice lo guapa que estamos hoy con un ¡guapa! seguido de miradas que nos desnudan el alma por la calle ante cualquier desconocido. Que somos unas estrechas y unas amargadas, encima que nos gritan lo guapas que vamos, lo bien puestas que tenemos las tetas, o lo que se nos mueven, o como se nos ve el canalillo, o que nos la meterían hasta el fondo, o que nos comerían la regla a cucharadas, o que nos pondrían a cuatro patas y nos reventarían el culo a embestidas hasta que se nos corrieran dentro, mi leche calentita en tu culito, mmm… Sí, debemos ser unas amargadas. Y las feministas ya ni te cuento.

No es lo mismo. Lo repito por si no ha quedado claro: no es lo mismo. Quizá tendría algo que ver si a nosotras no nos hubiesen educado en el recato, en el miedo, en el pudor, en el cuidado con lo que dices con lo que haces con lo que llevas puesto o no llevas o lo que no dices o lo dices cuando no hay que decirlo… Y a vosotros en el la calle es vuestra y tenéis por derecho una legión de mujeres disponibles. Y si se dejan pues bien, y si no se dejan pues se violan o se paga (empoderadísimas las prostitutas por cierto, nivelón).

Yo iba a escribir sobre caballos trotando por el norte de esta península, que es lo que se me viene a la cabeza cada vez que una vecina piensa que lo mejor para andar por casa son los tacones. O un vecino, no voy a discriminar ahora. Y lo piensa a las siete de la mañana lo mismo que a las cinco de la tarde o a las doce de la noche. El caso es pensar y taconear. Que ni con nota puesta en el ascensor se ha dado por enterada. Aburridita. Pero bueno, eso lo dejaré para otro momento.
 
Ejemplo práctico de lo que es violencia contra las mujeres, simbólica, psicológica, maltrato, acoso... Lo normal.
 
La nave Equalum tiene una misión: detectar y combatir la violencia de género en todas las galaxias. Un programa de ficción de 20' para combatir la violencia de género.
 
 

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